sábado, 26 de septiembre de 2009

VI


Aprieta el botón varias veces. Nada, que no baja...

Tintintin.

Por fin. Se abalanza sobre la puerta, y tira con fuerza. Del otro lado del metal, una fuerza igual empuja. Entre los dos, casi la sacan de sus goznes.

- ¡Eh! Buenos días -parpadea él, sorprendido.

Ella intenta sonreír. Con su alegría fingida se le escapa la primera lágrima. Maldita sea.

- ¿Estás...? ¿Estás bien?

Aprieta los labios. Asiente con fuerza. Un sollozo se le escapa, directamente desde el pecho, y rompe la barrera de los dientes. Las lágrimas ya son imparables.

- Ey, ey, ey... Ven aquí, vamos.

Y la abraza, sin preguntar nada más. Ella moja su camisa. Se fija en el tejido que enjuga sus lágrimas. Es de cuadros azules. Sonríe, sólo un poco. Enseguida vuelve a llorar.

- Es un gilipollas... -susurra al fin, cuando se siente un poco más dueña de sí misma.

Él asiente. La suelta. Ella se limpia la humedad de las mejillas de un digno manotazo.

- Buenos días -saluda de vuelta, como si no hubiese pasado nada.

Entra en el ascensor. A punto de cerrarse la puerta, susurra un tenue "Gracias". No sabe si lo ha oído, pero seguro que ha podido sentirlo.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

V


Entran en el portal. La persona a la que menos querría ver ahora espera el ascensor.

- Buenos días -sonríe él.

- Buenos días -contesta su madre. No, por favor... - ¿Cuánto hace que te has mudado? No me suena haberte visto mucho por aquí, ¿qué pasa? ¿Viajas mucho, no te pasas demasiado por casa...?

Pone los ojos en blanco. Su madre es incluso más pesada que la vecina que huele a vainilla.

Él sonríe, y contesta amablemente. Ella se muere de vergüenza.

Tintintin.

El silencio se adueña del ascensor. ¿Y cómo hablan ahora de música, con su madre al lado?

El encuentra un método. Comienza a tararear suavemente.

¿Qué tiene tu veneno,
que me quita la vida sólo con un beso
y me lleva a la luna
y me ofrece la droga que todo lo cura?...


Ella sonríe. Su madre la mira, desconcertada. Es su turno. Carraspea, y elige su canción favorita.

There's no need to complicate,
our time is short, this is our fate,
I'm yours...


Tintintin.

Séptimo piso. Sonrisa radiante. Ella sonríe también. Su madre taconea, nerviosa.

- Ya nos veremos.

- Hasta luego, guapo, eso espero -salta su madre, con una sonrisa más falsa que las monedas de tres euros.

La puerta del ascensor se cierran y vuelven a ponerse en marcha.

- Hija... -comenta su madre, insegura.

- Mamá, si es que no lo ibas a entender.

Sonríe aún más. Le gusta Fito.

viernes, 18 de septiembre de 2009

IV


Antes de entrar en el ascensor, enciende el i-pod. Busca la canción que quiere, la que lleva eligiendo toda la semana, y se lanza a la aventura.

Tintintin.

Séptimo piso. Contiene el aliento. Es él.

- Buenos días...

Ella saluda con la cabeza y comienza a llevar el ritmo con el pie. Él la mira, curioso.

- ¿Qué escuchas?

Ella sonríe. Le ha atrapado.

- Poesía.

Y, con gesto teatral, desconecta los auriculares. La voz de Serrat invade la cabina.

Caminante son tus huellas
el camino, y nada más.
Caminante no hay camino,
se hace camino al andar...

Los ojos de él se abren como platos.

- ¿Cómo lo sabías?

- ¿El qué?

- Es mi canción favorita.

Le mira a los ojos, y sabe que es cierto.

Tintintin.

La puerta del ascensor se abre. Una vecina les observa, extrañada. Ella despierta, y para la música, azorada. Ambos dejan entrar a la mujer antes de salir.

Ella baja las pocas escaleras que la separan de la calle casi volando. Sale a la calle con prisa, sin saber si es porque llega tarde o porque quiere huír de su sorpresa.

- ¡Eh! -la llama él desde el portal.

- ¿Sí?

- Te toca elegir tema para el siguiente día.

Finge pensarlo. Hace días que lo sabe, hace días que espera esa pregunta.

- Música.

Y, sin más, se aleja. Esta vez es ella quien le deja con la palabra en la boca, y le gusta esa sensación.






PD: Dedicado a Yl, que es su cumple hoy y que ha osado molestarme (xD) para decirle que le gustan mis relatos... Muchas gracias!! T_T

viernes, 11 de septiembre de 2009

III


Mientras espera el ascensor, sofocada, saca un pequeño abanico verde del bolso. Se da aire, enérgicamente, pero no sirve para nada. El calor ha vuelto a la ciudad con más fuerza que nunca.

Tintintin.

Se sube en el pequeño cubículo, sintiendo que se ahoga. A punto de cerrar la puerta, escucha una voz desde la calle.

- ¡¡Espera, espera, espera!!

Espera. Y él se sube en el ascensor, tan acalorado como ella.

- Al séptimo, ¿no?

- Sí, gracias...

- Qué calor, ¿verdad?

Él la mira, estupefacto. Después, se echa a reír.

- ¿Me estás hablando del tiempo?

Se encoge de hombros. Es lo único en lo que puede pensar en este momento.

- Sí, ¿y?

- No, no, nada... -sacude la cabeza. Se ríe más- Es que no pareces una de esas...

- ¿Una de esas?

- Que hablan del tiempo en el ascensor...

Sonríe. Es que no lo es.

Tintintin.

Séptimo piso. Él coge su skate, que había apoyado en el suelo, y sonríe de vuelta.

- Hasta luego...

- ¡Eh! -exclama, cuando él está a punto de cerrar la puerta.

- ¿Qué?

- ¿De qué quieres que hablemos la próxima vez?

- De poesía -contesta él, riéndose.

Ella asiente.

Así que poesía...

martes, 8 de septiembre de 2009

II


Cuando el ascensor para en el sexto, ya sabe qué aroma va a flotar hasta su nariz: vainilla. Dulce, muy dulce. Pegajoso. Se introduce debajo de su piel, se cuela en sus rizos, se adhiere a su paladar como un postre demasiado empalagoso. No se podrá despegar de ese maldito olor en toda la tarde.

Y después de su olor, llega ella. No puede tener más de treinta años, pero es la típica vecina cotilla que le pellizca la mejilla y comenta "Qué alta estás", aunque se hayan visto el día anterior...

- Hola, guapa -dice nada más entrar, llenando el pequeño espacio con el tintineo de sus enormes pendientes y dándole un golpe con el bolso, quiere creer que sin querer.

- Buenos días -contesta ella, maldiciendo su buena educación.

- ¡Uy, pero qué alta estás! -por supuesto, no podía faltar- ¿Cuántos años tienes ya?

- Dieciséis -contesta, pensando que el ascensor nunca va lo suficientemente rápido.

- Madre mía, madre mía, cómo pasa el tiempo -exclama ella.

Las puertas se abren. Suspira; por fin. La vecina sale, agitando sus rizos rubios.

Ella se queda unos momentos más en el ascensor, reuniendo fuerzas. No sabe si será capaz de soportar el día. No sabe si, después de aquella muestra de cruda realidad, podrá afrontar el resto.

lunes, 7 de septiembre de 2009

I


- ¿A qué piso vas?

- Al séptimo.

Le echa un vistazo mientras pulsa el botón. Pelo negro, ojos verdes, una camiseta de Los Ramones... Nada especial. Pero su instinto le indica que que es especial.

Silencio durante tres pisos. De pronto, se da cuenta de lo que le llama la atención en él.

- ¿Eres nuevo por aquí?

- Sí -contesta simplemente.

Ella asiente. Le gusta que responda así, directo y claro. No ha dicho más que lo que le ha pedido, y ella lo agradece, porque no le gusta saber más cosas de la gente que las que quiere saber.

Llegan al séptimo piso. Las puertas se abren mientras las llaves de él tintinean.

- Ya nos veremos -saluda él, y abandona el ascensor con una media sonrisa.

- Puedes jurarlo... -murmura ella cuando la puerta se cierra.