sábado, 26 de septiembre de 2009

VI


Aprieta el botón varias veces. Nada, que no baja...

Tintintin.

Por fin. Se abalanza sobre la puerta, y tira con fuerza. Del otro lado del metal, una fuerza igual empuja. Entre los dos, casi la sacan de sus goznes.

- ¡Eh! Buenos días -parpadea él, sorprendido.

Ella intenta sonreír. Con su alegría fingida se le escapa la primera lágrima. Maldita sea.

- ¿Estás...? ¿Estás bien?

Aprieta los labios. Asiente con fuerza. Un sollozo se le escapa, directamente desde el pecho, y rompe la barrera de los dientes. Las lágrimas ya son imparables.

- Ey, ey, ey... Ven aquí, vamos.

Y la abraza, sin preguntar nada más. Ella moja su camisa. Se fija en el tejido que enjuga sus lágrimas. Es de cuadros azules. Sonríe, sólo un poco. Enseguida vuelve a llorar.

- Es un gilipollas... -susurra al fin, cuando se siente un poco más dueña de sí misma.

Él asiente. La suelta. Ella se limpia la humedad de las mejillas de un digno manotazo.

- Buenos días -saluda de vuelta, como si no hubiese pasado nada.

Entra en el ascensor. A punto de cerrarse la puerta, susurra un tenue "Gracias". No sabe si lo ha oído, pero seguro que ha podido sentirlo.