Ding Dong.
Abre con la ilusión pintada en las mejillas, pero tan pronto como llega se esfuma. Una chica rubia le tiende un CD envuelto y le sonríe.
-Perdona, pero... ¿Tú quién eres?
-Ro. Rocío. ¿Te acuerdas?
Y se acuerda. La colgada del ascensor. La mira con una ceja alzada, confusa y cabreada.
-Bueno... Venía a traerte esto. Sé que no te gusta Mika, pero escúchalo, seguro que...
- ¿Que me gusta? Oye, mira, no quiero sonar borde, pero...
-Pero suenas. Bueno, lo siento, no quería molestarte. Pero toma -le tiende de nuevo el CD-. Regalar música no tiene nada de malo, ¿sabes? Porque la música enseña a vivir y a disfrutar de los vagones de metro y los ascensores, y de las calles vacías de sentido y llenas de gente...
-Estás loca -le espeta, a la vez que coge el CD.
-Puede ser. Pero te regalo música para que te creas que estoy cuerda.
Y, con una risa, la chica se mete en el ascensor.
- ¡Ah! -exclama, con la puerta ya cerrada- ¡Ven a verme cuando lo oigas!