jueves, 30 de septiembre de 2010

L


29.09.2010

Trrrrrrrr.

-Ro, ¿bajas ya?

-Sí, sí, ya voy... Estoy intentando cerrar la maleta, tardo cinco minutos. Creo...

Suspira y se aleja del telefonillo. Enfrente del portal, su padre resopla, intentando encajar los bultos en el maletero del C5.

De pronto, se abre bruscamente la puerta del portal.

- ¡Miriam! Menos mal que te pillo. He subido a tu casa y no estabas, creí... creí que ya te habías ido.

-Pues... no, aquí sigo. Pero ya me estaba yendo -señala a su padre.

Se miran. Silencio. Él respira hondo.

-No me odies por esto, ¿vale?

-No podría -le sonríe suavemente.

-No te vayas.

- ¿Qué?

La coge por los hombros y ella nota el temblor de sus manos.

-No te vayas -repite, intentando que su cuerpo hable por él.

- ¿Por qué no? -se enfada ella. ¿Ahora? ¿Precisamente ahora le tiene que decir esto?- ¿Qué hay aquí que sea mejor que Mallorca?

-Yo.

- ¡¿Qué?!

-Quédate, Miriam, por favor.

- ¿Estás loco?

-Sí. Pero eso ya lo sabías.

-Tengo que coger un avión en tres horas. Y ya tengo un piso alquilado allí. Y la universidad. No... No puedo. No puedo.

-Por favor...

Mirándole, con sus ojos verdes fijos en ella, suplicando, Miriam descubre que le da igual. Que puede perder el avión, el piso, la matrícula, incluso a Rocío. Que nada de eso significa tanto como él.

Pero que él no significa tanto como ella misma. Que si no tiene miedo a volar es porque ya no le necesita y que, si no se marcha, se perderá otra vez. Y no puede hacerse eso.

Niega con la cabeza, deseando poder llorar, o hablar, o hacerle comprender. Y cuando él se inclina, sabe que va a besarla, y todo su cuerpo grita, deseándolo. Pero da un paso atrás.

-No me hagas esto, Dani. Ahora no.

- ¡Miriam! -la llama su padre desde el asiento del conductor- ¡Por aquí ya estamos!

Le mira una última vez. Él hace amago de decir algo y ella se da la vuelta. Incapaz de resistir nada más, corre hacia el coche y salta dentro.

-Papá, ¿los padres de Rocío pueden llevarla?

-Sí, claro.

-Pues vámonos ya.

Y con un rugido, el coche arranca, dejando un mundo de posibilidades plantado delante del portal.