
- ¡Anda! -se sorprende ella- ¡Cuánto tiempo!
- ¿Verdad? -asiente él- ¿Qué tal todo?
Pero ella no puede contestar, porque suena su movil. Él lo coge, con una curiosa expresión de entre miedo y rabia.
- ¿Emma?... Sí, vale, pues quedamos... No, ahora no, no pue... ¡No!... Mira, lo hemos hablado, no creo que sea... ¡¿Me dejas hablar?!
Tintintin.
Suben ambos al ascensor, y ella pulsa el siete, mirándole, insegura. Él sonríe y asiente, pero inmediatamente vuelve a fruncir el ceño y a hablar con su interlocutora.
- Es que mi opinión también tendrá que contar para algo, ¿no?... No quiero discutir esto contigo así, por teléfono... Pues porque no nos vamos a cabrear por algo tan tonto, ¿no te das cuenta? Si no es, pues no es, y ya está... Claro... Luego te llamo, estoy en el ascensor y casi no te oigo.
Cuelga, se guarda el móvil en el bolsillo y clava la vista en el techo, con un suspiro. Ella, tímida, se pregunta si aún tiene derecho a saber qué pasa. Por fin, murmura:
- ¿Problemas en casa?
- ¿Eh? Ah, no, no... Ese es el problema, que en casa no...
- No entiendo.
- Era mi novia, Emma... Quiere que vivamos juntos, pero...
- A ti no te apetece -asiente, comprensiva.
- Sí, sí que me apetece -la corrige él-, pero en mi casa no cabemos, y... La verdad, no me apetece otro traslado tan pronto.
- Ah... Vaya.
No sabe qué decir. "No te vayas, que venga ella. O que no venga. " "Si tanto discutís por eso, es que es importante para ella. O que no te merece." "No frunzas el ceño así, estás muy raro enfadado..."
Tintintin.
El séptimo, y no ha dicho nada. Él sale sin despedirse del ascensor, y cuando la puerta se cierra y ya escucha sus llaves en la cerradura, ella se traga las palabras amargas.