26.09.2010
Tintintin.
Séptimo piso. Tan temido, tan esperado. Respira hondo. Venga. Puede hacerlo.
-Hola... ¿Qué tal?
-Aquí...
¿Aquí? ¡¿Aquí?! ¿Qué clase de respuesta es esa? Reprime las ganas de darse una colleja a sí misma.
- ¿Ya has empezado la universidad, no? ¿Dónde ibas, al final?
-Eh... No, no he empezado. Me voy a enganchar un poquillo tarde, al parecer... Como no va a ser difícil ni nada...
-Mujer, no es para tanto. Al principio te sientes una enana y no conoces a nadie, pero como vais todos igual, acabas por hacerte amigo de cualquiera.
-Ya... Sí, eso espero.
Tintintin.
Él abre la puerta y la sujeta, esperando a que pase. Pero ella se enfrenta a los nervios que atenazan su garganta, y le mira a los ojos.
- ¿Sabes por qué nunca he viajado muy lejos?
-No... ¿Por qué? -se extraña él del giro de la conversación.
-Porque me dan miedo los aviones. Me da miedo despegar, que mis pies no toquen el suelo. Perder el control. Ir tan rápido. Pero, ¿sabes? He perdido el miedo a volar.
-Ah, pues me alegro... ¿Y eso por qué?
-Porque no tengo nada que perder.
-No creo que sea cierto.
-Pues yo creo que es mejor. Cuando sólo puedes ganar, te da igual el riesgo que tenga.
Se miran a los ojos. Ella tiembla, él no sabe por dónde va.
-Me voy el 29 a Mallorca, con Rocío. En avión, claro.
-Creía que... La madre de Rocío me dijo que se iba a vivir fuera... ¿Qué...? ¿Ya no se va? ¿O se va después?
Ella sólo inclina la cabeza y sonríe de medio lado, esperando que él comprenda.
-Oh.
-Sí. Voy... Voy a una fiesta sorpresa que me han hecho para despedirme. No se les dan bien los secretos.
Él asiente, sin decir nada. Ella se encoge de hombros y se aleja, caminando deprisa, esperando escuchar unos pasos, sentir una mano en el hombro, una voz diciendo su nombre, un huracán en la boca.
Pero sólo se escucha una sirena a lo lejos, y cuando dobla la esquina sabe que nadie va a seguirla.
Tintintin.
Séptimo piso. Tan temido, tan esperado. Respira hondo. Venga. Puede hacerlo.
-Hola... ¿Qué tal?
-Aquí...
¿Aquí? ¡¿Aquí?! ¿Qué clase de respuesta es esa? Reprime las ganas de darse una colleja a sí misma.
- ¿Ya has empezado la universidad, no? ¿Dónde ibas, al final?
-Eh... No, no he empezado. Me voy a enganchar un poquillo tarde, al parecer... Como no va a ser difícil ni nada...
-Mujer, no es para tanto. Al principio te sientes una enana y no conoces a nadie, pero como vais todos igual, acabas por hacerte amigo de cualquiera.
-Ya... Sí, eso espero.
Tintintin.
Él abre la puerta y la sujeta, esperando a que pase. Pero ella se enfrenta a los nervios que atenazan su garganta, y le mira a los ojos.
- ¿Sabes por qué nunca he viajado muy lejos?
-No... ¿Por qué? -se extraña él del giro de la conversación.
-Porque me dan miedo los aviones. Me da miedo despegar, que mis pies no toquen el suelo. Perder el control. Ir tan rápido. Pero, ¿sabes? He perdido el miedo a volar.
-Ah, pues me alegro... ¿Y eso por qué?
-Porque no tengo nada que perder.
-No creo que sea cierto.
-Pues yo creo que es mejor. Cuando sólo puedes ganar, te da igual el riesgo que tenga.
Se miran a los ojos. Ella tiembla, él no sabe por dónde va.
-Me voy el 29 a Mallorca, con Rocío. En avión, claro.
-Creía que... La madre de Rocío me dijo que se iba a vivir fuera... ¿Qué...? ¿Ya no se va? ¿O se va después?
Ella sólo inclina la cabeza y sonríe de medio lado, esperando que él comprenda.
-Oh.
-Sí. Voy... Voy a una fiesta sorpresa que me han hecho para despedirme. No se les dan bien los secretos.
Él asiente, sin decir nada. Ella se encoge de hombros y se aleja, caminando deprisa, esperando escuchar unos pasos, sentir una mano en el hombro, una voz diciendo su nombre, un huracán en la boca.
Pero sólo se escucha una sirena a lo lejos, y cuando dobla la esquina sabe que nadie va a seguirla.