sábado, 14 de noviembre de 2009

XIV


Aprieta los libros contra su pecho, y apoya la barbilla en el canto gastado, que tantas manos habrán visitado. Respira hondo. Una vez. Dos veces. Tres veces...

-Hola... ¿qué tal?

Da un respingo, sorprendida. Inmediatamente sonríe, tratando de ser agradable.

-Bueno, así así...

- ¿Y eso?

Tintintin.

Entran en el ascensor y ella suspira, encogiéndose de hombros.

-Tengo que hacer una disertación acerca del amor, y no tengo referencias suficientes, y me tengo que leer todos estos libros, y es para el lunes, y...

Siente que se ahoga. Inspira con fuerza, aunque el aire no llega hasta los pulmones, sino que revolotea en su garganta y vuelve a escapársele. La sangre vuelve a presionar sus sienes al ritmo de cada latido.

-Oye, ¿seguro que estás bien? -pregunta él, preocupado. Alza la mano, como si fuese a tocarla, pero no llega a hacerlo y sus dedos se quedan ahí, en medio de una caricia inacabada.

Ella asiente con la cabeza, sabiendo que está pálida y que su cara refleja el mareo que amenaza con tumbarla. No es el primer ataque de ansiedad que sufre esta semana.

- ¿Quieres que te acompañe a casa?

-No, no, tranquilo... Se me pasa enseguida -sonríe débilmente. Lo ve todo a través de una nube de puntos negros, que intenta eliminar parpadeando frenéticamente.

-Es tu primera disertación para filosofía, ¿a que sí?

Asiente con la cabeza. Ya le han dicho que un seis es una buena nota para la primera vez, pero no puede sacar un seis. No es suficiente. Respira hondo. Una vez. Dos veces. Tres veces...

-Tranquila. Seguro que lo haces genial.

Tintintin.

Séptimo piso. Abre la puerta, sale al descansillo y, justo antes de cerrar, se vuelve a mirarla. Está apoyada en el espejo, con los ojos cerrados. Su pecho sube y baja al ritmo de su respiración, oprimido por los libros que se niega a dejar caer.

-Oye, que si necesitas ayuda... Ya sabes dónde vivo.

Ella asiente, concentrada en respirar. Una vez. Dos veces. Tres veces...

Él sonríe y cierra la puerta.