sábado, 2 de octubre de 2010

Et c'est fini...

AVISO: Dado que este blog contiene una novela terminada, la primera entrada que veréis será el último capítulo. Así pues, si llegas nuevo y no te quieres comer ningún spoiler, no te recomiendo ni que leas esta entrada, ya que son comentarios para los que ya han leído Conversaciones de ascensor entero. El principio de la novela está aquí.

Muchas gracias por leerme.






Hace un año y poco menos de un mes que empecé esta historia. Cuando me decidí a empezarla, ya había escrito casi el final. Si alguno llegó aquí desde Palabras de Soledad, o desde El Hilo Azul, ya le sonaría la entrada XLVI, verdad? ;)

Sabía desde el principio que Miriam no llegaría nunca a besar a Dani. Porque, aunque esto parecía una historia de amor, en realidad era una historia de crecer. De enamorarse,sí, pero también de perder la identidad y el norte, de conocer personas extraordinarias, como Ana, historias extraordinarias, como la de Sofía, y de entregarlo todo en una amistad. Y al final, yo no pretendía que Miriam fuese feliz. Pretendía que fuese persona.


Pero, en el principio de los tiempos, este ascensor nació porque Dani, mi Dani, necesitaba una historia. Dani, que alguna lo sabe por ahí, es mi personaje fetiche. Y salga donde salga, con el nombre o la edad que le ponga, no importa si es músico, escritor, pintor o yonki, siempre es mi personaje favorito. Mi Dani. Y ahora estoy contentísima, porque por fin le he dado un papel protagonista y he hecho honor a su nombre ^^

En fin, que... Esto se ha acabado. Y todavía estoy procesando que he escrito la última palabra, que ya nunca volveré a usar a Miriam, Ro, Ana... O incluso a Dani. En Mallorca también hay ascensores, está claro, así que a lo mejor escribo una segunda parte. En algún momento, si tengo algo más que contar. Pero de momento, esto ha sido todo.


Gracias a todos por haber aguantado hasta aquí, que sé que ha sido largo y que habréis tenido ganas de matarme cuando les hacía alguna faena, o esos meses que no tenía ni fuerzas para actualizar... Gracias a todos los que alguna vez me han dicho "Sigue, sigue!!!", a los que han dejado comentarios, a los 32 seguidores oficiales, a los que no se han unido pero leen igual... Y no voy a nombrar a nadie más, que se de por aludido quien quiera =)

Se me dan fatal las despedidas, se nota, no? xD

En fin... que si alguno quiere, estad atentos a Palabras de Soledad, porque aunque esta historia termine, yo no voy a dejar de escribir y ahora toca poner mono al ascensor para presentarlo a concursos y editoriales, pero sacaré más historias. Lo prometo ^^

Besos de hielo!

jueves, 30 de septiembre de 2010

L


29.09.2010

Trrrrrrrr.

-Ro, ¿bajas ya?

-Sí, sí, ya voy... Estoy intentando cerrar la maleta, tardo cinco minutos. Creo...

Suspira y se aleja del telefonillo. Enfrente del portal, su padre resopla, intentando encajar los bultos en el maletero del C5.

De pronto, se abre bruscamente la puerta del portal.

- ¡Miriam! Menos mal que te pillo. He subido a tu casa y no estabas, creí... creí que ya te habías ido.

-Pues... no, aquí sigo. Pero ya me estaba yendo -señala a su padre.

Se miran. Silencio. Él respira hondo.

-No me odies por esto, ¿vale?

-No podría -le sonríe suavemente.

-No te vayas.

- ¿Qué?

La coge por los hombros y ella nota el temblor de sus manos.

-No te vayas -repite, intentando que su cuerpo hable por él.

- ¿Por qué no? -se enfada ella. ¿Ahora? ¿Precisamente ahora le tiene que decir esto?- ¿Qué hay aquí que sea mejor que Mallorca?

-Yo.

- ¡¿Qué?!

-Quédate, Miriam, por favor.

- ¿Estás loco?

-Sí. Pero eso ya lo sabías.

-Tengo que coger un avión en tres horas. Y ya tengo un piso alquilado allí. Y la universidad. No... No puedo. No puedo.

-Por favor...

Mirándole, con sus ojos verdes fijos en ella, suplicando, Miriam descubre que le da igual. Que puede perder el avión, el piso, la matrícula, incluso a Rocío. Que nada de eso significa tanto como él.

Pero que él no significa tanto como ella misma. Que si no tiene miedo a volar es porque ya no le necesita y que, si no se marcha, se perderá otra vez. Y no puede hacerse eso.

Niega con la cabeza, deseando poder llorar, o hablar, o hacerle comprender. Y cuando él se inclina, sabe que va a besarla, y todo su cuerpo grita, deseándolo. Pero da un paso atrás.

-No me hagas esto, Dani. Ahora no.

- ¡Miriam! -la llama su padre desde el asiento del conductor- ¡Por aquí ya estamos!

Le mira una última vez. Él hace amago de decir algo y ella se da la vuelta. Incapaz de resistir nada más, corre hacia el coche y salta dentro.

-Papá, ¿los padres de Rocío pueden llevarla?

-Sí, claro.

-Pues vámonos ya.

Y con un rugido, el coche arranca, dejando un mundo de posibilidades plantado delante del portal.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

XLIX


26.09.2010

Tintintin.

Séptimo piso. Tan temido, tan esperado. Respira hondo. Venga. Puede hacerlo.

-Hola... ¿Qué tal?

-Aquí...

¿Aquí? ¡¿Aquí?! ¿Qué clase de respuesta es esa? Reprime las ganas de darse una colleja a sí misma.

- ¿Ya has empezado la universidad, no? ¿Dónde ibas, al final?

-Eh... No, no he empezado. Me voy a enganchar un poquillo tarde, al parecer... Como no va a ser difícil ni nada...

-Mujer, no es para tanto. Al principio te sientes una enana y no conoces a nadie, pero como vais todos igual, acabas por hacerte amigo de cualquiera.

-Ya... Sí, eso espero.

Tintintin.

Él abre la puerta y la sujeta, esperando a que pase. Pero ella se enfrenta a los nervios que atenazan su garganta, y le mira a los ojos.

- ¿Sabes por qué nunca he viajado muy lejos?

-No... ¿Por qué? -se extraña él del giro de la conversación.

-Porque me dan miedo los aviones. Me da miedo despegar, que mis pies no toquen el suelo. Perder el control. Ir tan rápido. Pero, ¿sabes? He perdido el miedo a volar.

-Ah, pues me alegro... ¿Y eso por qué?

-Porque no tengo nada que perder.

-No creo que sea cierto.

-Pues yo creo que es mejor. Cuando sólo puedes ganar, te da igual el riesgo que tenga.

Se miran a los ojos. Ella tiembla, él no sabe por dónde va.

-Me voy el 29 a Mallorca, con Rocío. En avión, claro.

-Creía que... La madre de Rocío me dijo que se iba a vivir fuera... ¿Qué...? ¿Ya no se va? ¿O se va después?

Ella sólo inclina la cabeza y sonríe de medio lado, esperando que él comprenda.

-Oh.

-Sí. Voy... Voy a una fiesta sorpresa que me han hecho para despedirme. No se les dan bien los secretos.

Él asiente, sin decir nada. Ella se encoge de hombros y se aleja, caminando deprisa, esperando escuchar unos pasos, sentir una mano en el hombro, una voz diciendo su nombre, un huracán en la boca.

Pero sólo se escucha una sirena a lo lejos, y cuando dobla la esquina sabe que nadie va a seguirla.

domingo, 26 de septiembre de 2010

XLVIII


20.09.2010

Tintintin.

Cuarto piso.

Ana entra mirando a su espalda, inquieta.

- ¿Pasa algo, Ana?

-Tenía que salir... El sol se va a marchar, ¿sabes? Se acerca el otoño y ya quiere descansar... Pero tenía que decirle adiós antes de que se vaya, porque no volverá hasta la primavera, y sólo quedará su reflejo... Y mamá no quiere, pero tenía que salir.

-Ya veo... Dile adiós de mi parte, ¿vale?

-Deberías decírselo tú.

-Creo que a mí el sol no me escucharía...

-Yo no hablaba del sol.

Parpadea, confusa. ¿Cómo demonios lo ha sabido?

Tintintin.

Antes de poder preguntárselo, sale escopetada hacia la puerta pero, antes de salir, se vuelve y le sonríe.

-Oye, Miriam... Llámame, te quiero escuchar.

- ¿Quién te lo ha dicho?

Se encoge de hombros y ladea la cabeza.

-El sol.

-No me mientas.

-Sabes bien cómo soy, que no suelo mentir... Siempre que lo hice fue por verte sonreir.

Y ella sonríe.

-Gracias, Ana.

Ella asiente y, sin más, echa a correr por la acera. A despedir al sol.

martes, 21 de septiembre de 2010

XLVII


12.09.2010

Ding Dong...

- ¡¿Dónde cojones estabas?!

-Ay, Ro, hola, qué tal, cómo ha ido el Camino -sonríe, irónica-... ¿ha sido duro, tienes agujetas? ¿Es tan mágico como dicen? Cuánto me alegro de verte...

-Vete a la mierda -espeta Miriam. No tiene ganas de recibirla, tiene ganas de matarla-. Has estado fuera más de un mes. ¿Qué pasa contigo, que no sabes llamar? ¿Una postal? ¿Señales de humo?

-No te enfades.

-Vete a la mierda.

-No es que no quisiese recordarte que estoy viva... Pensé en ti todos los días. Me levantaba y decía, "¿Se acordará de la loca de los discos?"... Pero no podía llamar, ni comunicarme con nadie de aquí.

-¿Y por qué, si se puede saber?

-Porque quería aprovechar el Camino para descubrir quién soy. Para saber qué soy sin amigos, sin padres, sin esta ciudad...

- ¿Y bien? ¿Lo has conseguido?

-Sí.

Silencio. Miradas. Ojos empañados y una sonrisa tímida. Se lanza a sus brazos, aprieta con fuerza y no importa nada más.

Pero cuando la mira a los ojos, ve algo más detrás. Algo que antes no estaba.

- ¿Qué te pasa?

-No he venido a quedarme. Me voy en unos días a Mallorca. He venido a recoger mis cosas y a arreglar papeles en la universidad y eso... Y me voy.

- ¿Cómo que te vas?

-Pues que me voy. Que yo aquí no soy yo, y no voy a llegar a ser nada si no me piro. Tengo que cambiar de aires.

Miriam parpadea, confusa. ¿Qué ha vivido Rocío en el Camino que tanto la ha cambiado?

-Y deberías venirte conmigo.

domingo, 19 de septiembre de 2010

XLVI

N.A: Llevo unos diez días de desfase con el Ascensor, lo siento muchísimo!! Por eso, fiaros de la fecha que pone al principio, y no del día en el que ha sido publicado ^^



09.09.2010

–Hola.

–Hola.

Silencio.

– ¿Qué calor, eh?

–Ya ves…

Un mes. Treinta días. Setecientas veinte horas. Cuarenta y tres mil doscientos minutos. Una eternidad. Nunca se le habían hecho tan largas las vacaciones.

Ahora ha vuelto. Y sigue tan callado… Aunque quién es ella para hablar de silencio, piensa.
Cinco, seis, siete pisos… El suyo. Él sonríe y recoge la pequeña maleta del suelo del ascensor.

–Te he echado de menos…

Sale sin despedirse. Pumpum. Pumpum. Su corazón ha enloquecido.

Le echaría la culpa al calor, pero demasiado bien sabe que los treinta y cuatro grados de fuera no tienen la culpa de que haya contado incluso los minutos que ha tardado volver. Que el sol abrasador no es el causante de esa maldita añoranza que la ha corroído cada noche de este verano interminable.

Mientras las puertas del ascensor se abren en su piso, piensa que algún día debería darse una vuelta por el séptimo. “Yo también te he echado de menos”, para empezar. Una sonrisa, y a lo mejor esas dos palabras que se muere por decirle. No necesitaría más.

Pero no va a hacerlo. Se conoce.

Suspira. Fin del verano. Volver a empezar... Otra vez.

lunes, 9 de agosto de 2010

XLV



Se monta en el ascensor sin esperanza de verle. Hace días que los viajes arriba y abajo del edificio resultan muy aburridos. Debe estar todo el mundo de vacaciones.

Tintintin.

Quinto piso.

A lo mejor no todo el mundo está fuera...

-Ana, tranquilízate, hija, por favor.

-Déjame, mamá.

-Ay... Hola, nena -sonríe a Miriam, viéndola por primera vez - ¿Qué tal?

-Bien, aquí... ¿Bajáis?

-Sí.

-No. Baja tú, nena, nosotras vamos a quedarnos en casa.

- ¡No me quedo! ¡No me da la gana! He sido un perro viejo, peregrina, amada, amante, un ángel, un demonio... Lo he sido todo, mamá. He muerto cada día de mi vida, y he resucitado. ¿Cuánto más necesito para ser Dios? ¿Cuánto más necesito convencer?

-Ana, por favor... -el cansancio se le escapa en una lágrima ante el ataque de su hija- ¿De qué canción has sacado eso?

- ¡De ninguna! Yo soy música. No necesito sacarlo de ninguna parte.

-Ana. Se acabó.

La coge del brazo, con fuerza, aunque sin brusquedad, y la arranca de la puerta del ascensor.

Y Miriam baja sola a la calle, vacía de acordes y llena de preguntas.