domingo, 21 de marzo de 2010

XXVIII

Ve que se le cierra la puerta del portal, y corre para alcanzarla. Corre para alcanzar también el ascensor.

-Sube, guapa, no hay prisa -la mujer la espera, con una sonrisa amable. Se la devuelve, entra en el ascensor, pulsa el nueve.

Hay otra chica en el ascensor. Debe tener veinticinco años. Su madre pulsa el cinco y deja la bolsa de la compra en el suelo. Entonces, ella suspira y mira al techo, con aire soñador.

-Mamá... ¿Te has dado cuenta de que hoy ya es primavera?

-Sí, Ana, ya me he dado cuenta.

- ¿Cuánto tardará en enterarse el Sol?

-No lo sé, hija.

- ¿A ti te lo ha dicho? -Miriam tarda un rato en darse cuenta de que la pregunta a ella.

-No, no me ha dicho nada -sonríe, intimidada.

-Qué pena -murmura Ana-... Me dijo que vendría en primavera.

Un piso de silencio. Entonces, la joven empieza a cantar en un susurro palabras que quedan extrañas en su voz de niña.

-Dejadme que os cuente mi cuento de herida y caricias, mi historia de nadie, mi nana de hambre, todas mis mentiras...

Tintintin.

Quinto piso. Ella sale antes, aún cantando. Su madre la mira, sonríe, se encoge de hombros. Se disculpa.

-Perdona, ya sabes que... Bueno, lo siento. No tiene malicia.

Se va sin que pueda contestar. El ascensor arranca, pero aún escucha su voz en el descansillo.

-Que no se le olvide el planeta en que vive, y otra vez a la acera, y así me da la mañana y la tarde y la noche entera...

-Y a la mierda, primavera -completa Miriam.

Ojalá el Sol venga pronto a verla.

martes, 16 de marzo de 2010

XXVII


Mucho habían durado. Mira al suelo, incapaz de enfrentarse a sus ojos. Siente sus dedos, caminando ligeros por su brazo desnudo.

-Eh. No llores, ¿vale?

Asiente con la cabeza. No está llorando. Querría hacerlo, pero no puede. No ahora, no en ese lugar. No con él, ni por él.

-Ojalá hubiese durado más -asiente otra vez-, pero no se puede tener todo... ¿no?

-No, no se puede. Y esto es culpa mía, Dam, no te creas que no lo sé.

-Da igual de quién sea la culpa. La cosa es que lo dejamos. Los dos, y ya está.

Pero no lo ha negado. Es culpa suya, claro. Es la que ha fallado desde el principio. Y entonces sí que se le escapa una lágrima, que corre veloz a colarse por su escote.

-Me voy... Te llamaré. Un día de estos. No te importa, ¿no?

-Llámame, sí. Y nos reímos un rato, como siempre.

Él asiente y se va. Ella se queda un rato en la puerta, respirando hondo. Ni un mes. Si es que lo sabía, lo sabía... De repente, alguien le tiende un clínex.

-Lo he visto. No quería ser cotilla, pero como no subes... -sonríe y lo acepta- Así que solos los dos, ¿eh?

Se encoge de hombros. No quiere hablar. Él se apoya en la puerta con ella, y miran juntos las estrellas. No hace falta decir nada más.

miércoles, 24 de febrero de 2010

XXVI


Sale de casa, y lleva la sonrisa pintada en la cara. Ha quedado con Damián. Qué ganas tiene de verle antes de que empiecen los exámenes... Se monta en el ascensor, que hoy va demasiado lento. Aunque todo parece separarla mil kilómetros de su cita hoy.

Tintintin.

Séptimo piso. Ni siquiera eso puede variar hoy su alegría. Pero nadie entra en el ascensor, aunque hay luz en el descansillo. Curiosa, abre la puerta. Nadie. Extrañada, cierra y sigue bajando.

Tintintin.

Baja las escaleras hacia la calle casi dando saltos. No, saltos no. Casi volando. Y quién se lo hubiera dicho hace menos de dos semanas... Abre la puerta de la calle de un tirón y tropieza con una chica.

- ¡Uy! Perdona...

Ella se encoge de hombros, pero sigue sin volverse. La observa con más atención. Está mirando al frente con el ceño fruncido y los labios apretados. Una sola lágrima le cae por la mejilla.

- ¿Estás bien?

-Sí, sí... -al hablar, dos lágrimas más se precipitan de entre sus pestañas. Ella ríe, con un sollozo atravesado en la garganta- Bueno, no mucho...

- ¿Puedo ayudarte?

-No creo... ¿Puedes arreglarme con mi chico? -Miriam niega en silencio- Pues entonces no, no te lo tomes a mal... Bueno, ¿tienes un clinex?

-Claro -le tiende un pañuelo de papel y ella se seca las lágrimas con una sonrisa agradecida.

-Gracias...

-Miriam -completa ella.

-Gracias, Miriam. Yo soy Emma. Encantada -le tiende la mano.

Ella se la estrecha antes de darse cuenta. Entonces, retiene sus dedos largos y finos un momento más de lo debido, y la deja ir.

-Hasta la próxima, Emma.

Se aleja de su portal y la deja sola con sus lágrimas. Quisiera alegrarse de no ser la que llora esta vez, pero no puede. Aun así, sonríe.

viernes, 19 de febrero de 2010

XXV


Llegan a la vez a la puerta, pero él ya tiene las llaves en la mano. Abre y le cede el paso con gesto de la mano. Ella sostiene la puerta del ascensor y espera a que él compruebe el buzón. Al subir, él pulsa el nueve y ella el siete, en una danza silenciosa perfectamente coreografiada. Un, dos, tres pisos de amistoso silencio. De pronto, un zumbido rompe la calma.

- ¿Sí?... ¿Que se me oye cómo?... Ah, ya, es que estoy en el ascensor... Vale, te llamo cuando llegue arriba... Un beso... Yo también te quiero.

Tintintin.

Séptimo piso. Ella cuelga y se sonroja. Él la mira e, involuntariamente, levanta una ceja irónica. Aun así, se ríe suavemente y pregunta:

-Entonces llamó, ¿no?

Ella niega con la cabeza.

-Le llamé yo.

-Hiciste bien.

Sale, se cierra la puerta, el ascensor se pone en marcha. Tarde ya para reaccionar, ella suspira y se pregunta:

- ¿Tú crees?

sábado, 13 de febrero de 2010

XXIV


-Mañana es San Valentín... ¿No le vas a llamar?

-Siempre ha llamado él, Ana, déjame en paz... Ya llamará.

-Sí, claro, y a ti te da igual, ¿no? No me vaciles. ¿Cuántas veces habéis quedado desde tu cumpleaños?

-No sé... -ante la mirada de su amiga, contesta- Bueno, cuatro. O cinco.

-Le gustas, tía. Le gustas. Te va a llamar mañana, y te besa. ¡Blanco y en botella, blanco y en botella!

-Cállate, que das mala suerte... Además, es super mayor. No le voy a gustar yo, que acabo de cumplir diecisiete...

Mientras esperan el ascensor, la puerta se abre y alguien entra en el portal. Ella se sonroja, él sonríe suavemente. La tercera observa sus reacciones, intrigada, como si se tratase de un partido de ping-pong.

-Hombre, Miriam... No te veía desde el viernes.

-Ah, ya... Es que no he parado mucho por casa -sonríe ella. Ahora se siente rara con él.

Tintintin.

Un piso, dos pisos, tres pisos, cuatro pisos de silencio... Ana se cruza de brazos y la mira.

- ¿Pero vas a llamarle o no?

Él sonríe, pero no dice nada. Ella se sonroja aun más. Inoportuna Ana...

-Que me dejes. Que hace una semana que le conozco, que no le voy a acosar, que sería raro.

- ¿Raro? Habéis quedado cinco veces en una semana y no os habéis enrollado... ¡Eso! es raro.

Tintintin.

Séptimo piso. Él se baja, se da la vuelta, titubea. Ana, ignorándole, continúa:

- ¿Cómo se llamaba, por cierto?

-Damián.

-Yo le llamaría -dice Dani. Y, sin más, cierra la puerta.

Un piso, dos pisos más de silencio.

- ¿Pero ese quién era?

viernes, 5 de febrero de 2010

XXIII

DingDong.

Se asoma a la mirilla y contiene una exclamación. ¿Pero qué...? Abre rápidamente.

- ¿Ganas tú o gano yo?

Silencio un segundo. ¿De qué habla?

- ¿Hay guitarra?

- ¡Ah!.. Eh... No -sonríe, incómoda, y se rasca la nuca. Qué fallo, tendría que haber conseguido esa maldita guitarra.

-Te lo dije -sonríe él.

-Vale, vale, lo admito... Pero es un poco tarde para el Burger, ¿no?

- ¿Quién ha hablado de Burger? Creo que podemos pasar directamente a la parte de los mayores. Vístete, venga. Invito yo.

Se fija en su ropa. Vaqueros oscuros, zapatos, camisa negra y una cazadora de cuero en la mano. Se queda paralizada por un momento. Después, sin una palabra, cierra la puerta y corre a su habitación. En menos de cinco minutos, se ha enfundado en una falda y unos tacones, se ha pintado la raya a toda prisa y se ha arreglado el flequillo, y vuelve a abrir.

- ¿Lista?

-Lista. Pero debería invitar yo, que al fin y al cabo he perdido la apuesta...

-Un día es un día, mujer. Es tu cumpleaños.

Le ofrece el brazo y, como un caballero, la escolta hasta el ascensor.

-Menos mal que estabas... Creí que te habrías ido con tus amigos.

Ella se encoge de hombros. ¿Cómo decirle que le ha estado esperando?

-Has tenido suerte.

domingo, 31 de enero de 2010

XXII


Cuando entra en el portal, sabe que ese día va a ser diferente. Y, efectivamente, apretando el botón de llamada con desesperación le espera una sorpresa.

- ¡Dani!

- ¡Ey! ¡Hola!

-Cuánto tiempo -se acerca, sorprendida. Tímida. Sin saber qué decir.

-Eh... Sí, lo sé. Emergencia familiar al otro lado del charco -al ver su cara de no entender, contesta riendo -. Mi hermano vive en Argentina y... eh... Bueno, tuvo un problema que...

Le corta con un gesto de la mano. No hace falta que se explique. Es su vida al fin y al cabo, ¿no?

- ¿También eres de los que le dan más fuerte al botón si no funciona?

- ¿Qué? -se mira la mano como si no fuese suya- Es que no viene, llevo aquí media hora...

Ella se acerca a la pared y le da al interruptor de la luz. No pasa nada.

-No hay luz. Misterio solucionado. ¿Subes? -señala la escalera. Él se encoge de hombros.

-Qué remedio...

En el tramo del segundo al tercer piso, él la mira y sonríe.

-Por cierto... Siento haberte dejado sin profesor sin avisar.

- ¿Qué? -de pronto, recuerda- Ah... ¡Ah! Bueno, da igual. De todas maneras...

-No te han traído la guitarra, ¿no? -ella niega con la cabeza- Siempre hacen lo mismo... A mí tardaron tres navidades en traérmela.

Ella sonríe, y niega con la cabeza. Si llega a enterarse...

En el cuarto piso, él se detiene y se apoya en la barandilla, sin aliento.

- ¡Eh, eh! ¿Dónde está el fuego? No sé tú, pero yo no tengo prisa, y además soy un señor mayor...

-Perdona -se ríe ella-. Siempre subo así las escaleras.

Espera unos segundos. Él se recupera, y siguen subiendo. En el tramo del quinto al sexto piso, ella suspira.

-O sea que tres años...

-Mínimo -asiente él.

-Seguro que son menos. Mis padres me quieren mucho.

-Pero una guitarra da mucho la lata, ¿sabes?

- ¿Apostamos?

- ¿Quieres apostar? Pues apostamos... ¿Qué quieres apostar?

Ella se lo piensa. En el tramo del sexto al séptimo, decide.

-Una cena. Si ganas tú, te invito a un Burger. Si gano yo, me invitas a un sitio de mayores.

-Pero si gano yo tendremos que esperar por lo menos tres años...

-Mejor. Así seré mayor de edad y después nos podemos ir por ahí.

Llegan al séptimo. Se detienen ante su puerta. Se miran a los ojos. Ella tiembla. Él se lo piensa.

-Vamos a hacer una cosa... ¿Cuándo es tu cumpleaños?

-El cinco de febrero.

-Si te la regalan en tu cumpleaños, has ganado. Si no, he ganado yo.

-Pero seguiré siendo menor y no podremos irnos de copas...

-Tranquila, yo siempre he sido un poco delincuente...

Sonríen. Él tiende la mano. Ella la observa. Tiene poco tiempo... Pero sabe que puede hacerlo. Y, de todas maneras, le está ganando una cena. Un poco más de tiempo que el que hay desde un bajo hasta el séptimo piso. Le estrecha la mano.

-De acuerdo. Ven a buscarme el cinco de febrero.