sábado, 13 de febrero de 2010

XXIV


-Mañana es San Valentín... ¿No le vas a llamar?

-Siempre ha llamado él, Ana, déjame en paz... Ya llamará.

-Sí, claro, y a ti te da igual, ¿no? No me vaciles. ¿Cuántas veces habéis quedado desde tu cumpleaños?

-No sé... -ante la mirada de su amiga, contesta- Bueno, cuatro. O cinco.

-Le gustas, tía. Le gustas. Te va a llamar mañana, y te besa. ¡Blanco y en botella, blanco y en botella!

-Cállate, que das mala suerte... Además, es super mayor. No le voy a gustar yo, que acabo de cumplir diecisiete...

Mientras esperan el ascensor, la puerta se abre y alguien entra en el portal. Ella se sonroja, él sonríe suavemente. La tercera observa sus reacciones, intrigada, como si se tratase de un partido de ping-pong.

-Hombre, Miriam... No te veía desde el viernes.

-Ah, ya... Es que no he parado mucho por casa -sonríe ella. Ahora se siente rara con él.

Tintintin.

Un piso, dos pisos, tres pisos, cuatro pisos de silencio... Ana se cruza de brazos y la mira.

- ¿Pero vas a llamarle o no?

Él sonríe, pero no dice nada. Ella se sonroja aun más. Inoportuna Ana...

-Que me dejes. Que hace una semana que le conozco, que no le voy a acosar, que sería raro.

- ¿Raro? Habéis quedado cinco veces en una semana y no os habéis enrollado... ¡Eso! es raro.

Tintintin.

Séptimo piso. Él se baja, se da la vuelta, titubea. Ana, ignorándole, continúa:

- ¿Cómo se llamaba, por cierto?

-Damián.

-Yo le llamaría -dice Dani. Y, sin más, cierra la puerta.

Un piso, dos pisos más de silencio.

- ¿Pero ese quién era?

viernes, 5 de febrero de 2010

XXIII

DingDong.

Se asoma a la mirilla y contiene una exclamación. ¿Pero qué...? Abre rápidamente.

- ¿Ganas tú o gano yo?

Silencio un segundo. ¿De qué habla?

- ¿Hay guitarra?

- ¡Ah!.. Eh... No -sonríe, incómoda, y se rasca la nuca. Qué fallo, tendría que haber conseguido esa maldita guitarra.

-Te lo dije -sonríe él.

-Vale, vale, lo admito... Pero es un poco tarde para el Burger, ¿no?

- ¿Quién ha hablado de Burger? Creo que podemos pasar directamente a la parte de los mayores. Vístete, venga. Invito yo.

Se fija en su ropa. Vaqueros oscuros, zapatos, camisa negra y una cazadora de cuero en la mano. Se queda paralizada por un momento. Después, sin una palabra, cierra la puerta y corre a su habitación. En menos de cinco minutos, se ha enfundado en una falda y unos tacones, se ha pintado la raya a toda prisa y se ha arreglado el flequillo, y vuelve a abrir.

- ¿Lista?

-Lista. Pero debería invitar yo, que al fin y al cabo he perdido la apuesta...

-Un día es un día, mujer. Es tu cumpleaños.

Le ofrece el brazo y, como un caballero, la escolta hasta el ascensor.

-Menos mal que estabas... Creí que te habrías ido con tus amigos.

Ella se encoge de hombros. ¿Cómo decirle que le ha estado esperando?

-Has tenido suerte.

domingo, 31 de enero de 2010

XXII


Cuando entra en el portal, sabe que ese día va a ser diferente. Y, efectivamente, apretando el botón de llamada con desesperación le espera una sorpresa.

- ¡Dani!

- ¡Ey! ¡Hola!

-Cuánto tiempo -se acerca, sorprendida. Tímida. Sin saber qué decir.

-Eh... Sí, lo sé. Emergencia familiar al otro lado del charco -al ver su cara de no entender, contesta riendo -. Mi hermano vive en Argentina y... eh... Bueno, tuvo un problema que...

Le corta con un gesto de la mano. No hace falta que se explique. Es su vida al fin y al cabo, ¿no?

- ¿También eres de los que le dan más fuerte al botón si no funciona?

- ¿Qué? -se mira la mano como si no fuese suya- Es que no viene, llevo aquí media hora...

Ella se acerca a la pared y le da al interruptor de la luz. No pasa nada.

-No hay luz. Misterio solucionado. ¿Subes? -señala la escalera. Él se encoge de hombros.

-Qué remedio...

En el tramo del segundo al tercer piso, él la mira y sonríe.

-Por cierto... Siento haberte dejado sin profesor sin avisar.

- ¿Qué? -de pronto, recuerda- Ah... ¡Ah! Bueno, da igual. De todas maneras...

-No te han traído la guitarra, ¿no? -ella niega con la cabeza- Siempre hacen lo mismo... A mí tardaron tres navidades en traérmela.

Ella sonríe, y niega con la cabeza. Si llega a enterarse...

En el cuarto piso, él se detiene y se apoya en la barandilla, sin aliento.

- ¡Eh, eh! ¿Dónde está el fuego? No sé tú, pero yo no tengo prisa, y además soy un señor mayor...

-Perdona -se ríe ella-. Siempre subo así las escaleras.

Espera unos segundos. Él se recupera, y siguen subiendo. En el tramo del quinto al sexto piso, ella suspira.

-O sea que tres años...

-Mínimo -asiente él.

-Seguro que son menos. Mis padres me quieren mucho.

-Pero una guitarra da mucho la lata, ¿sabes?

- ¿Apostamos?

- ¿Quieres apostar? Pues apostamos... ¿Qué quieres apostar?

Ella se lo piensa. En el tramo del sexto al séptimo, decide.

-Una cena. Si ganas tú, te invito a un Burger. Si gano yo, me invitas a un sitio de mayores.

-Pero si gano yo tendremos que esperar por lo menos tres años...

-Mejor. Así seré mayor de edad y después nos podemos ir por ahí.

Llegan al séptimo. Se detienen ante su puerta. Se miran a los ojos. Ella tiembla. Él se lo piensa.

-Vamos a hacer una cosa... ¿Cuándo es tu cumpleaños?

-El cinco de febrero.

-Si te la regalan en tu cumpleaños, has ganado. Si no, he ganado yo.

-Pero seguiré siendo menor y no podremos irnos de copas...

-Tranquila, yo siempre he sido un poco delincuente...

Sonríen. Él tiende la mano. Ella la observa. Tiene poco tiempo... Pero sabe que puede hacerlo. Y, de todas maneras, le está ganando una cena. Un poco más de tiempo que el que hay desde un bajo hasta el séptimo piso. Le estrecha la mano.

-De acuerdo. Ven a buscarme el cinco de febrero.

miércoles, 6 de enero de 2010

XXI


Sale de casa, sabiendo que va tarde, como siempre. Sus mil primos deben estar ya correteando por la casa de su abuela, subiéndose a los muebles e intercambiando los regalos. Sin embargo, ella sale ahora de casa porque tenía que llamar a sus amigas... Pero algo se interpone entre ella y sus regalos de reyes. Un sobre asoma bajo el felpudo, y se retiene a recogerlo. Dentro, una cartulina con pocas palabras:
"Vale por unas clases de guitarra con el profesor del 7ºB, para una alumna del 9ºA (¿con, o sin guitarra?)"

Sonríe. Se ha acordado. Cierra la puerta a su espalda y se sube al ascensor, sabiendo que es uno de los mejores regalos de reyes de ese año.

Cuando llega a la calle, sin embargo, se da cuenta de la única pega. ¿De dónde va a sacar ahora una guitarra?

domingo, 3 de enero de 2010

XX

Justo cuando va a entrar en el ascensor, escucha unas llaves que se caen fuera y una exclamación. "¡Mierda! Joder... ¡Mierda!". Reconocería esa voz en cualquier parte, aunque no la había escuchado nunca tan malhumorada. Acude en su ayuda y le ve, plantado en la puerta, apenas unos vaqueros desgastados tras un montón de cajas. Abre rápidamente y atrapa las de arriba, las más precarias.

- ¡Por Dios! -exclama él-... Ah, eres tú... Muchas gracias.

-Nada, nada. ¿Y todo esto? -pregunta, mientras le sostiene la puerta y recoge las llaves del suelo.

-Pues ya ves, que tengo muchísimos primos.

Entran en el ascensor y ella pulsa el siete y el nueve, mientras él sujeta las cajas entre la pierna y la pared, apoyándose con cara de cansancio en el espejo.

-Madre mía, qué poquito queda para reyes, ¿eh? Qué horror...

-Te pilla el toro, ¿no?

-Es que lo dejo todo para el último día -se excusa él con una sonrisa débil-. ¿Y tú qué te has pedido para reyes?

-Una guitarra -contesta ella impulsivamente.

-Ah, ¿pero tocas?

-Bueno, no, quiero aprender.

-Pues en estas fechas ya no sé si te van a coger en algún sitio... ¿O vas a ir en plan autodidacta?

-No, yo de eso no gasto... Con profesor, mejor.

Tintintin.

-Buena suerte, entonces. A ver si te lo traen...

Ella solo sonríe, y le tiende las cajas, que él atrapa como buenamente puede. Cuando las ha estabilizado, se da cuenta del día en que vive y él exclama:

- ¡Feliz año, por cierto!

Ella se adelanta, él aparta las cajas, pero se detienen, atrapados por la timidez, y no se dan los dos besos de rigor.

-Igualmente -sonríe ella, se aparta el pelo de la cara y se sonroja.

-Hasta luego.

Y, sin más, cierra la puerta.

martes, 29 de diciembre de 2009

XIX

Entra al portal y, cómo no... ¿Es que no hace más que salir y entrar en casa? Pero sonríe, y ella también. Porque él es una sonrisa, y calor, compañía y consuelo. Porque es navidad, y no puede enfadarse con él por tener novia... Porque no es justo ser tan egoísta y, aunque la vida no sea justa, no puede dejar de intentarlo.

Así que se acerca a él y se planta delante del ascensor, sin saber qué decir. Entonces él la mira y se ríe.

-Tienes... Tienes algo... Ahí -señala su mejilla.

- ¿Yo? ¿Dónde? ¿Aquí?

De pronto, estalla en carcajadas.

- ¡Inoceeente!

- ¿Qué?

-Que no tienes nada, boba...

Tintintin.

-Anda, entra -se sigue riendo-... Qué cara, madre mía, parecía que te había dicho que tenías una pulga o algo...

-Pero... Pero... ¡Pero el día de los inocentes fue ayer!

-Ya... Pero no te vi.

-Pues vaya porquería de inocentada... ¿No te han hablado de las bombas fétidas, ni nada? -ahora ríe ella también.

-Algo me han contado, pero... Es que soy demasiado bueno. Siempre me lo dicen.

-No hace falta que lo jures... -murmura ella, irónica.

- ¿Qué?

Tintintin.

-Nada, nada... Hasta luego.

-Hasta luego.

Cuando va a cerrar, ella se acuerda de algo. Duda. ¿Se lo pregunta? No quiere saberlo, pero seguro que él esperaba la pregunta...

- ¡Espera, espera, espera! -sujeta la puerta- ¿Qué tal con los suegros?

-Ah... Bueno -se encoge de hombros-. Suegros. Ya sabes.

Sonríe. Sí, ya sabe.

-Más suerte la próxima.

-Si la hay...

Cierra la puerta, y el ascensor se pone en marcha, llevándosela junto a su pregunta. ¿Qué ha querido decir con "Si la hay"?...

jueves, 24 de diciembre de 2009

XVIII

Deja las bolsas en el suelo, resoplando. Menudo momento para mandarla a comprar... Seguro que se ha perdido la entrada triunfal de su primo José, con lo loco que está, cada año hace algo nuevo... Pero nada, había que ir a por hielos y a por el champagne. Menos mal que ya lo tenían encargado, porque si no brindaban con gaseosa...

Tintintin.

Pulsa el nueve con rabia, enfadada. Enfadada con su padre, por olvidarse aquella mañana de comprar hielos y champagne. Enfadada con su madre, por empeñarse en mandarla a ella solo diez minutos antes de que llegue todo el mundo. Enfadada con José, por ser siempre tan puntual. Enfadada por el maldito ascensor, que no puede ir más lento...

Tintintin.

Y enfadada con el séptimo, que parece que no haya otro piso. Maldita sea.

- ¡Hola!

Alegre, como siempre. Pues no le da la gana, está de mal humor.

-Hola.

-Subes, ¿verdad? -señala sonriente las bolsas. Ay, qué gracioso es, se creerá sagaz y todo...

-Sí, subo.

-Pues nada, pásatelo bien... ¡Ah, y feliz navidad!

Pero, justo cuando va a cerrar la puerta, ve la humedad en su frente. Su sonrisa tirante. Su tono, tan exageradamente jovial que resulta falso. Y se rinde.

- ¿Estás bien?

Carraspea, incómodo. Deja que la crisis invada su cara, sonríe con timidez.

- ¿Tanto se me nota? -sonríe, comprensiva, y asiente- Pues no, no estoy del todo bien... Es que hoy ceno en casa de Emma, y voy a conocer a sus padres... Jé... Estoy un poco nervioso.

Sus buenas intenciones navideñas se evaporan como la nieve de hace dos días.

-Pues buena suerte. Perdona, tengo prisa -coge la puerta desde dentro y cierra con rapidez.

Suspira. Será imbécil...