lunes, 26 de abril de 2010

XXXIV

Hoy ha salido antes del instituto, y cuando llega al portal el turno del portero todavía no ha acabado. Hay alguien hablando con él, y algo le hace detenerse a mirar quién es.

-No hace falta que enseñes el piso, ¿sabes? Sólo pon el cartel ahí fuera... Lo pondría en mi ventana, pero como es un séptimo...

Aunque no hubiese oído su voz, reconocería en cualquier parte ese pelo negro despeinado, la camisa de cuadros azules, los vaqueros desgastados...

- ¿Dani?

Se vuelve, la sorpresa saltando de sus ojos, disimulada detrás de una sonrisa.

- ¡Hola, Miriam!

- ¿Qué haces aquí?

-Pues ya le estaba diciendo a Pedro, que necesito que me cuelgue este cartel...

Se lo enseña. Como una bandera de malos presagios, ese simple pedazo de papel ondea demasiadas malas noticias para un portal tan pequeño.

- ¿Te vas? ¿Para siempre?

-No lo sé... Bueno, mi madre ya está un poco mejor, se apaña más o menos sola, pero aún así... Todavía no confía mucho en sí misma para vivir sola. Y tener la casa vacía es una tontería. Por lo menos que me paguen la hipoteca, ¿no?

-Claro que sí, hombre -interviene el portero, palmeando su hombro-. Trae pa'cá el cartel, que te lo pongo ahora mismo, a ver si hay suerte... Lo bueno es que este es un barrio mu bueno, mu solicitao, ya verás que enseguida...

El parloteo del hombre se pierde cuando se cierra la puerta de la calle. El silencio viaja entre ellos, a caballo de sus miradas fijas. Ella suspira. Él parpadea, como si despertase de un sueño.

-Bueno, me voy a tener que ir... Ya nos veremos.

Ella no contesta ni se mueve. Se vuelve cuando nota la brisa de la calle en la nuca, y le llama. Él la mira, sujetando la puerta, a medio salir.

-Oye... ¿Qué pasa, no ibas a despedirte?

Él baja la mirada, se rasca la nuca. Se encoge de hombros y suelta la puerta.

-Llego tarde.

-Ya...

viernes, 23 de abril de 2010

XXXIII


Ding Dong.

Abre con la ilusión pintada en las mejillas, pero tan pronto como llega se esfuma. Una chica rubia le tiende un CD envuelto y le sonríe.

-Perdona, pero... ¿Tú quién eres?

-Ro. Rocío. ¿Te acuerdas?

Y se acuerda. La colgada del ascensor. La mira con una ceja alzada, confusa y cabreada.

-Bueno... Venía a traerte esto. Sé que no te gusta Mika, pero escúchalo, seguro que...

- ¿Que me gusta? Oye, mira, no quiero sonar borde, pero...

-Pero suenas. Bueno, lo siento, no quería molestarte. Pero toma -le tiende de nuevo el CD-. Regalar música no tiene nada de malo, ¿sabes? Porque la música enseña a vivir y a disfrutar de los vagones de metro y los ascensores, y de las calles vacías de sentido y llenas de gente...

-Estás loca -le espeta, a la vez que coge el CD.

-Puede ser. Pero te regalo música para que te creas que estoy cuerda.

Y, con una risa, la chica se mete en el ascensor.

- ¡Ah! -exclama, con la puerta ya cerrada- ¡Ven a verme cuando lo oigas!

martes, 20 de abril de 2010

XXXII


No llegaba tarde al instituto, no, llegaba lo siguiente. Se había dormido tanto que aún seguía soñando con el séptimo piso.


Tintintin.


Cuarto piso. Una adolescente rubia, con el pelo lleno de confeti dorado y la ropa más chillona que ha visto nunca se monta en el ascensor.

- WE ARE NOT WHAT YOU THINK WE ARE, WE ARE GOLDEN, WE ARE GOLDEN!!!


-Buenos días -contesta ella, cansada y con poco ánimo de aguantar a una grupi loca.


- ¡Y que lo digas! Madre mía, vengo de empalme del concierto de Mika... ¿Conoces a Mika, te gusta?


-No mucho.


-Pues tú te lo pierdes... Teenage dreams in a teenage circus!!


El ascensor bota y amenaza con caerse por los saltos de la colgada esta. Resopla, molesta.


-Perdona, perdona... Te estoy molestando, disculpa. Es que vengo... Buah. Buah, buah, buah. Pero no quería molestarte, perdona.


Tintintin.


Miriam sujeta la puerta y deja salir a la colgada, que sigue saltando y cantando de camino a la calle. Con un pie en la acera y otro en el portal, se da la vuelta y la deslumbra con su amplia sonrisa y sus ojos brillantes.


-Oye, ¿cómo te llamas?


-Miriam.


-Yo me llamo Rocío. Ro. Encantada.


Y sigue saltando de camino al colegio. Al final de la calle, se da la vuelta y grita:


- ¡Esto va a ser el principio de una gran amistad, ya verás!

viernes, 16 de abril de 2010

XXXI


Se sube en el ascensor. Otro día más que sabe que no parará en el séptimo. Pero hoy no puede demostrarlo, porque no está sola.

-A ver, hija, tenemos que ir a la ferretería a por clavos, a recoger los zapatos de tu madre, a la librería a ver si encontramos un regalo para tu hermano... ¿Algo más?

-A por pan y el periódico, papá.

-Es verdad, es verdad... ¿Tienes un boli? Me lo voy a apuntar, porque luego se nos olvida y...

Tintintin.

Sexto piso. Ya se han pasado, claro. Es evidente que no ha vuelto.

- ¡Hombre, Ramón! -saluda su padre al hombre que entra. Con su pelo cano y su boina de cuadros marrones, la sonrisa bonachona parece casi indispensable en su rostro.

-Buenos días -devuelve el saludo con gesto cansado y voz cascada de haber contado muchos cuentos.

-Que parece que no se acaba de ir el invierno, ¿eh?

Ella sonríe. Los adultos aún no se han enterado de que, a pesar del frío y las nubes, y esa lluvia perenne que casi cala más por dentro que por fuera, la primavera ha llegado ya.

-No, no, la verdad es que está siendo largo... ¡Qué ganas tenemos ya de un poco de sol! -todos sonríen con esa sonrisa amable de quien no tiene nada más que añadir- Bueno, y tú qué mayor estás, Miriam... ¿Cuántos años tienes ya?

-Diecisiete -contesta, con miedo a una racha de piropos del abuelillo simpático. No está de humor para aceptarlos.

-El que sí que estaba mayor era Sergio -interviene su padre-, ¿cuántos años tiene ya? ¿siete, ocho? Hace mucho que no le veo por aquí, Ramón, ¿qué le ha pasado a tu nieto?

-Mi hija le ha dado en adopción. Está en una casa de acogida.

Silencio.

Tintintin.

Más silencio.

Salen y se encaminan a la calle, a empaparse de lluvia de tristeza y lágrimas.

domingo, 4 de abril de 2010

XXX


Se sube en el ascensor tarareando. La primavera siempre le ha parecido tiempo de buenas noticias, de sol y flores. De atardeceres apoyada en el hombro de alguien. De empezar cosas.

Tintintin.

Séptimo piso. Él se monta mirando al suelo. Tiene una maleta llena en la mano, una mochila al hombro y las llaves del coche en la mano.

-Un poco tarde para las vacaciones de Semana Santa, ¿no?

-No, no me voy de vacaciones.

Silencio. Desconcierto. ¿Qué está pasando?

- ¿Te mudas?

-Sí, bueno, no sé... Por un tiempo. Mi madre se ha caído, se ha roto la cadera, no sé... La han operado y hoy vuelve a casa, tengo que quedarme a cuidarla, ya sabes. Mi hermana bastante tiene con Sofía, así que... Bueno, tengo que ir, ¿sabes?

-Pero... ¿Cuánto tiempo vas a estar allí?

-No sé, lo que tarde ella en recuperarse. O... No sé, igual no se recupera y tengo que vender el piso. No sé.

Tintintin.

Él sale del ascensor. Ella se queda dentro, paralizada.

- ¿Sales?

-Eh... No, no, vuelvo a subir. Se me ha olvidado una cosa.

-Vale. Hasta luego.

-Sí, vale...

Se cierra la puerta y la primavera se le cae encima. No puede ser.

Nopuedesernopuedesernopuedesernopuedesernopuedesernopuedeser...

Tintintin.

Noveno piso.

No puede ser. Pero es.