lunes, 22 de marzo de 2010

XXIX


Se monta en el ascensor tarareando, contenta. Ha salido el sol, no hay una nube en el cielo, se huelen las flores desde el descansillo... La primavera ha venido, y nadie sabe cómo ha sido.

Tintintin.

Séptimo piso.

- ¡Hola!

-Hola... Cuánta alegría, ¿no?

- ¡No me lo puedo creer! Se ha enterado el Sol, y tú no... Mal me parece.

- ¿Qué quieres decir?

Tintintin.

Quinto piso.

-Hola -la joven sonríe suavemente, sin mirarles a los ojos. Esta vez, no va con su madre.

-Hola, Ana... ¿Has visto? Ha venido el Sol.

-Ya... Voy a saludarle, a ver qué tiene que contar...

- ¿Lo sabe tu madre? -pregunta él, preocupado.

-Sí. Sabe que teníamos una cita acordada; que tenía que ir a saludar en cuanto viniera.

Él va a insistir, pero ella le calla con un gesto. La primavera ha venido, y Ana sí que sabe cómo ha sido.

Tintintin.

Ellas salen casi bailando. Él las sigue, desconcertado. La primavera no ha alterado todavía su sangre, pero cuando sale a la calle, comprende.

domingo, 21 de marzo de 2010

XXVIII

Ve que se le cierra la puerta del portal, y corre para alcanzarla. Corre para alcanzar también el ascensor.

-Sube, guapa, no hay prisa -la mujer la espera, con una sonrisa amable. Se la devuelve, entra en el ascensor, pulsa el nueve.

Hay otra chica en el ascensor. Debe tener veinticinco años. Su madre pulsa el cinco y deja la bolsa de la compra en el suelo. Entonces, ella suspira y mira al techo, con aire soñador.

-Mamá... ¿Te has dado cuenta de que hoy ya es primavera?

-Sí, Ana, ya me he dado cuenta.

- ¿Cuánto tardará en enterarse el Sol?

-No lo sé, hija.

- ¿A ti te lo ha dicho? -Miriam tarda un rato en darse cuenta de que la pregunta a ella.

-No, no me ha dicho nada -sonríe, intimidada.

-Qué pena -murmura Ana-... Me dijo que vendría en primavera.

Un piso de silencio. Entonces, la joven empieza a cantar en un susurro palabras que quedan extrañas en su voz de niña.

-Dejadme que os cuente mi cuento de herida y caricias, mi historia de nadie, mi nana de hambre, todas mis mentiras...

Tintintin.

Quinto piso. Ella sale antes, aún cantando. Su madre la mira, sonríe, se encoge de hombros. Se disculpa.

-Perdona, ya sabes que... Bueno, lo siento. No tiene malicia.

Se va sin que pueda contestar. El ascensor arranca, pero aún escucha su voz en el descansillo.

-Que no se le olvide el planeta en que vive, y otra vez a la acera, y así me da la mañana y la tarde y la noche entera...

-Y a la mierda, primavera -completa Miriam.

Ojalá el Sol venga pronto a verla.

martes, 16 de marzo de 2010

XXVII


Mucho habían durado. Mira al suelo, incapaz de enfrentarse a sus ojos. Siente sus dedos, caminando ligeros por su brazo desnudo.

-Eh. No llores, ¿vale?

Asiente con la cabeza. No está llorando. Querría hacerlo, pero no puede. No ahora, no en ese lugar. No con él, ni por él.

-Ojalá hubiese durado más -asiente otra vez-, pero no se puede tener todo... ¿no?

-No, no se puede. Y esto es culpa mía, Dam, no te creas que no lo sé.

-Da igual de quién sea la culpa. La cosa es que lo dejamos. Los dos, y ya está.

Pero no lo ha negado. Es culpa suya, claro. Es la que ha fallado desde el principio. Y entonces sí que se le escapa una lágrima, que corre veloz a colarse por su escote.

-Me voy... Te llamaré. Un día de estos. No te importa, ¿no?

-Llámame, sí. Y nos reímos un rato, como siempre.

Él asiente y se va. Ella se queda un rato en la puerta, respirando hondo. Ni un mes. Si es que lo sabía, lo sabía... De repente, alguien le tiende un clínex.

-Lo he visto. No quería ser cotilla, pero como no subes... -sonríe y lo acepta- Así que solos los dos, ¿eh?

Se encoge de hombros. No quiere hablar. Él se apoya en la puerta con ella, y miran juntos las estrellas. No hace falta decir nada más.