Sale de casa, y lleva la sonrisa pintada en la cara. Ha quedado con Damián. Qué ganas tiene de verle antes de que empiecen los exámenes... Se monta en el ascensor, que hoy va demasiado lento. Aunque todo parece separarla mil kilómetros de su cita hoy.
Tintintin.
Séptimo piso. Ni siquiera eso puede variar hoy su alegría. Pero nadie entra en el ascensor, aunque hay luz en el descansillo. Curiosa, abre la puerta. Nadie. Extrañada, cierra y sigue bajando.
Tintintin.
Baja las escaleras hacia la calle casi dando saltos. No, saltos no. Casi volando. Y quién se lo hubiera dicho hace menos de dos semanas... Abre la puerta de la calle de un tirón y tropieza con una chica.
- ¡Uy! Perdona...
Ella se encoge de hombros, pero sigue sin volverse. La observa con más atención. Está mirando al frente con el ceño fruncido y los labios apretados. Una sola lágrima le cae por la mejilla.
- ¿Estás bien?
-Sí, sí... -al hablar, dos lágrimas más se precipitan de entre sus pestañas. Ella ríe, con un sollozo atravesado en la garganta- Bueno, no mucho...
- ¿Puedo ayudarte?
-No creo... ¿Puedes arreglarme con mi chico? -Miriam niega en silencio- Pues entonces no, no te lo tomes a mal... Bueno, ¿tienes un clinex?
-Claro -le tiende un pañuelo de papel y ella se seca las lágrimas con una sonrisa agradecida.
-Gracias...
-Miriam -completa ella.
-Gracias, Miriam. Yo soy Emma. Encantada -le tiende la mano.
Ella se la estrecha antes de darse cuenta. Entonces, retiene sus dedos largos y finos un momento más de lo debido, y la deja ir.
-Hasta la próxima, Emma.
Se aleja de su portal y la deja sola con sus lágrimas. Quisiera alegrarse de no ser la que llora esta vez, pero no puede. Aun así, sonríe.
Tintintin.
Séptimo piso. Ni siquiera eso puede variar hoy su alegría. Pero nadie entra en el ascensor, aunque hay luz en el descansillo. Curiosa, abre la puerta. Nadie. Extrañada, cierra y sigue bajando.
Tintintin.
Baja las escaleras hacia la calle casi dando saltos. No, saltos no. Casi volando. Y quién se lo hubiera dicho hace menos de dos semanas... Abre la puerta de la calle de un tirón y tropieza con una chica.
- ¡Uy! Perdona...
Ella se encoge de hombros, pero sigue sin volverse. La observa con más atención. Está mirando al frente con el ceño fruncido y los labios apretados. Una sola lágrima le cae por la mejilla.
- ¿Estás bien?
-Sí, sí... -al hablar, dos lágrimas más se precipitan de entre sus pestañas. Ella ríe, con un sollozo atravesado en la garganta- Bueno, no mucho...
- ¿Puedo ayudarte?
-No creo... ¿Puedes arreglarme con mi chico? -Miriam niega en silencio- Pues entonces no, no te lo tomes a mal... Bueno, ¿tienes un clinex?
-Claro -le tiende un pañuelo de papel y ella se seca las lágrimas con una sonrisa agradecida.
-Gracias...
-Miriam -completa ella.
-Gracias, Miriam. Yo soy Emma. Encantada -le tiende la mano.
Ella se la estrecha antes de darse cuenta. Entonces, retiene sus dedos largos y finos un momento más de lo debido, y la deja ir.
-Hasta la próxima, Emma.
Se aleja de su portal y la deja sola con sus lágrimas. Quisiera alegrarse de no ser la que llora esta vez, pero no puede. Aun así, sonríe.